Desde el escondite de la ceguera,
migas de metal imitan
la ficción del rostro;
es que la mirada hacia adentro
tiene la vergüenza de gesticular
sin la urgencia de muecas ajenas,
donde un continente de guiños
anteriores y precipitados
manotean doblando el aire
de imágenes partidas,
como un círculo sin la espalda inicial.
Desde siempre, la ceguera fue
una lanza consecuente con su fatalidad,
por eso, asaltar la distancia
o la fugacidad de un vacío
albergando la rebelión del fuego,
es someter a la oscuridad al anonimato
del naufragio,
donde el vaho que nos precede
volatiliza el compromiso de la gravedad,
y nos proyecta a un latido
alejado de indiscreciones
y de páginas corregidas.
Santiago Hussni
31 enero 2007